El compromiso que tengo con la línea y su superficie
es desde una mirada curiosa y explorativa. Pretendo abarcar sus posibilidades de forma desde lo más práctico a lo más simbólico. Es decir, el lleno y el vacío como espacios de acción y pausa; y la línea como expresión de alguna idea gestual o simbólica. El proyecto formal de gestar obra está en permanente conflicto con mis propósitos. Me mantengo entre ejercicios para mantener un ritmo de producción y para encontrar nuevas operaciones plásticas. El dibujo es la expresión de pensamiento, es la práctica fundamental para cualquier desarrollo intelectual. Desde el esquema conceptual para acercar y separar ideas hasta el dibujo como acercamiento psicoanalítico. Todo esto puede ser reflejo de una mente individual y un imaginario colectivo que responde a símbolos universales. Cuando el dibujo viene de alguien cuyo pensamiento es sensible puede surgir la necesidad de resaltar cosas de la realidad o sencillamente transformarlas con libertad. Además de ser un abanico de posibilidades, puede también volverse agobiante. Saber diferenciar entre sinceros impulsos y tendencias modernas es difícil. Apropiándome del concepto “dibujo” puedo atreverme a decir que este lenguaje es un verdadero proceso de búsqueda, cuya finalidad es aún desconocida. Nos invita a una exploración del espacio y formas que le componen, además de poner en evidencia la directa relación entre la mente y el cuerpo, donde el movimiento es el principal autor de una obra. Si bien han sido extensos los caminos que conducen esta búsqueda artística, también al paso han surgido conflictos que a nivel personal resuenan dificultosos y se reflejan en la intensidad productiva de ejercicios. Para mí, los cuerpos traen consigo una serie de movimientos personales, reflejo de su propia forma y lo que proyectan. Esta visión es completamente íntima. Trato de capturar lo que las cosas proyectan en mí. Aunque no siempre funcione, es parte del proceso que busco completar.
Diana Gontapi 